LA ASUNCIÓN DE MARÍA, UN DOGMA DE FE

En día de hoy profundizamos en el dogma de la Asunción de María.
Un dogma es una verdad revelada por Dios transmitida a través de las Sagradas Escrituras o de la Tradición que posteriormente es propuesta por el Magisterio de la Iglesia para su aceptación por parte de los fieles.
Una vez proclamado no puede ser derogado.
La Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas, tal y como explica el Catecismo de la Iglesia Católica.
«La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo.
La Tradición: recibe la Palabra de Dios encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles y la transmite a sus sucesores.»
De igual forma nos hace entender que «el Magisterio de la Iglesia no está por encima de la Palabra de Dios sino a su servicio y en los dogmas de fe ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo para definirlos proponiéndolos.»
Una vez comprendido estos conceptos, volvamos al Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen.
Fue en el año 1950, el 1 de noviembre, el Papa Pío XII a través de la Bula «Munificentissimus Deus» definía el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen cuando iba a cumplirse el primer centenario de la definición del dogma de la Inmaculada.
Los grandes teólogos siempre establecieron una relación estrecha entre la Asunción corpórea de María a los cielos y su virginidad perfecta.
A lo largo de los siglos fue una creencia constante del pueblo, de hecho entre el siglo IV y VI ya se celebraba fiestas conmemorando la entrada al cielo de la Virgen María tomando el nombre de «Dormición» celebrada en Oriente.
El propio Papa Juan Pablo II en una de sus catequesis en el año 1997, decía que el primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen, aparece en los relatos apócrifos de la Virgen «Transitus Marie», aunque se trata de representaciones populares novelísticas «reflejando una intención de fe del pueblo de Dios.»
«María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.»
Conviene diferenciar entre la Ascensión del Señor que ascendió por su propio poder divino y la Asunción al cielo de María por poder de Dios concediéndole este singular privilegio.
Constituyó de esta forma el cuarto dogma mariano que fue propuesto para su posterior definición en el año 1946 a través de la Encíclica «Deiparae Virginis Mariae» dirigidas a los Obispos después de haber recibido numerosas peticiones desde al año 1849.
Lo que constituye el dogma es la glorificación corporal de la Virgen María exceptuada de la corrupción del cuerpo en el sepulcro.
El Papa Pío XII omitió en la definición el tema de la muerte utilizando la expresión
«terminando el curso de su vida» siendo el fundamento del Dogma de la Asunción «la verdad revelada por Dios» que aún no existiendo ningún texto bíblico que se refiera expresamente a este privilegio, si que grandes teólogos para explicar su fe en la Asunción, tal y como refiere la Bula «Munificentissimus Deus», utilizaron textos de las Sagradas Escrituras como por ejemplo los Salmos o en «la mujer vestida de sol» del Libro del Apocalipsis.
Pero si que se encuentra contenida en otras verdades y dogmas, por ejemplo:
«Madre de Dios» en todo momento unida a su hijo como bien explica el Papa Juan Pablo II:
«Ofrece su fundamento, porque pone muy bien de relieve la unión perfecta de la santísima Virgen con el destino de Jesús. Esta unión, que se manifiesta ya desde la prodigiosa concepción del Salvador, en la participación de la Madre en la misión de su Hijo y, sobre todo, en su asociación al sacrificio redentor, no puede por menos de exigir una continuación después de la muerte. María, perfectamente unida a la vida y a la obra salvífica de Jesús, compartió su destino celeste en alma y cuerpo.»
Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna
La esperanza de nuestra fe cristiana en su retorno glorioso.
María Asunta el cielo en cuerpo y alma nos muestra el camino de la esperanza al final de los tiempos, participó de la Resurrección de su hijo y anticipa la nuestra, nuestro destino eterno.
Finalizamos con las palabras del Papa Francisco:

» Mirando a la Madre de Dios en la gloria, comprendemos que el verdadero poder es el servicio y que reinar significa amar. Y este es el camino al Cielo».

📷Jesús Herves
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